jueves, 28 de abril de 2011

La Orden del Finnegans


Aquel libro memorable, inabarcable, Ulises, desde siempre ha tenido seguidores, y detractores. La leí completa, entera, con entusiasmo hace ya algunos años. Dos meses me tomó introducirme en aquel mundo de mundos. Cuando la terminé, no supe, en primera instancia, qué había leído. La retomé hace tres años sin terminarla. Allí supe que lo grandioso de Ulises no es en sí toda la historia, es el manejo de la estructura del lenguaje. Un universo nuevo. Patricio Pron hace un recorrido en su blog de El Boomeran(g) sobre aquella legión de seguidores. No me incluyo allí. Le soy tan fiel como el gato a su amo, y ya sabemos que el gato se apega más a la casa del amo, es decir, para mi caso, del lenguaje. Dice Pron:

Nada o muy poco se sabía hasta ahora acerca de la Orden del Finnegans excepto que fue fundada en 2008, que su propósito es la veneración de la novela de James Joyce Ulises (1922) y la participación en el Bloomsday, que sus miembros son el editor Malcolm Otero Barral y los escritores Eduardo Lago, Enrique Vila-Matas, Antonio y Jordi Soler y José Antonio Garriga Vela y quizás Marcos Giralt Torrente y el editor Andreu Jaume; también, que su lema consiste en la última frase del capítulo sexto de Ulises, que en la traducción de J. Salas Subirats (1945), que me parece la más disfrutable, reza "[g]racias. Qué magnánimos estamos esta mañana" pero que los miembros de la Orden recitan reemplazando "magnánimos" por "grandes".

Algo de la opacidad y el misterio de la Orden del Finnegans es consustancial con todas las organizaciones de su tipo, pero la suya parece ser la búsqueda de una opacidad paradójicamente transparente en la que todo es exhibido y sin embargo algo permanece oculto y carece al parecer de explicación. La publicación reciente de un libro homónimo por parte de Ediciones Alfabia es una contribución a lo que de exhibición tiene esta estrategia; por ella sabemos que los caballeros de la Orden finalizan el Bloomsday donde éste comienza habitualmente, en la Torre Martello; que allí se toma juramento al nuevo caballero, que debe juramentarse apoyando la mano derecha en la versión inglesa del libro y la izquierda en la española; que los miembros de la Orden se marchan a continuación al pub Finnegans, donde acaban las actividades o tan sólo la sobriedad de los participantes; que los estatutos de la Orden incluyen una buena cantidad de razones, muchas de ellas completamente arbitrarias, para expulsar a los miembros, y que parece haber un deseo manifiesto de echar alguna vez a alguno y que tal vez esa sea la justificación de su existencia.

Quizás algunos supongan que la existencia de la Orden del Finnegans es parte de una broma entre amigos, y puede que realmente sea así, pero hay algo serio y aparentemente inexplicable en el hecho de que un grupo de personas se reúna anualmente para celebrar la obra de un escritor amado. La abundancia de celebraciones destinadas a santos, instituciones y países no debería hacer olvidar el hecho de que todas estas cosas tienen menos importancia para ciertas personas que la existencia de un gran escritor y de una obra importante. Esa obra, que a los ojos de ciertos lectores personifica la totalidad de la literatura, no puede ser celebrada en exceso porque su existencia lo transforma todo; a la forma en que una obra y su autor lo transformaron todo para un grupo de escritores y editores están destinados la Orden del Finnegans y este libro.

La Orden del Finnegans está compuesto por cinco textos: una pieza de lo que su autor llama "crítica ficción" a cargo de Enrique Vila-Matas, la reescritura en clave policíaca de una conferencia acerca de la traducción dada por Eduardo Lago en 2009, dos relatos de Antonio y de Jordi Soler y otros dos, más imbuidos de ficción, de José Antonio Garriga Vela y Malcolm Otero Barral.

10 (sin)razones para no leer


En los tiempos que corren, la lectura se ha convertido en una actividad peligrosa. Antonio, a quien he conocido en la Red plantea diez irresistibles razones para no leer, que copio a continuación (gracias, Antonio, por tu excelente argumentación):

1.- Quienes leen mucho acaban ciegos. Primero son esas gafitas de intelectual, luego las de culo de vaso y acabas como Galdós o Borges, contratando a una tierna manceba que te lea a los pies de la cama.

2.- Quienes leen mucho acaban trastornados. Como don Quijote, o Cela. Una alumna mía me decía que hay por ahí un tonto ambulante que se quedó así de tanto estudiar. Al parecer se tomaba todo tipo de psicotrópicos para mantenerse despierto mientras leía y leía.

3.- Leer agota tu economía. Los libros son caros y no se pueden bajar con el emule. Los que están en internet son clásicos y por tanto largos, así que si los lees en la pantalla todavía te quedas más ciego (ver punto 1).

4.- Leer complica la vida doméstica. Acumular libros se convierte en una obsesión que requiere espacio, metros de estanterías desordenadas, dolorosas cajas en el trastero, mesitas de noche polvorientas... Con la amenaza de cónyuges o hijos: Elige, los libros o nosotros. Y esa pregunta estúpida de las visitas no lectoras: ¿Te los has leído todos?
5.- Leer complica la vida amorosa. ¿Todavías estás leyendo? Pues me duermo...
6.- La lectura suele ser fuente de toda infelicidad. Quienes no leen no tienen más punto de vista que el que les ofrece su cadena de televisión habitual, su peluquero, su estanquera o su compañero de cañas. No necesita contrastar visiones distintas de un hecho, ni ponerse en lugar del otro. Asume que la realidad es plana. Y es feliz.

7.- Los libros generan frustración. La lectura te muestra vidas que nunca llegarás a vivir y lugares que nunca conocerás. Te permite imaginar a los personajes y lugares de las historias del modo que tú quieres. Luego vienen los de Hollywood y te plantan al guapo de turno en unos paisajes de Nueva Zelanda que te cagas, y ya está, tu gozo imaginado en un pozo, porque cómo les explicas tú a los espectadores de la sala que lo que tú habías imaginado era mejor.

8.- La lectura es algo lento y repetitivo. A ver, ¿qué ha cambiado en la lectura en los últimos dos o tres milenios? ¿Leemos más rápido? ¿Se lee a través, renglón sí, renglón no? Nada. Siempre igual, una línea detrás de otra. Y encima hay que esperar más de una hora (una semana, un mes) para que nos cuenten el encuentro amoroso de una pareja, el remordimiento por un crimen, la frustración por una vida anodina, la conquista de una libertad.

9.- Leer no sirve para obtener admiración. Por si alguien no se ha enterado, ser buen lector no cotiza en la bolsa de la vida social. Que alguien cite a buenos lectores que salgan en la tele: ... (silencio prolongado). Antes, con lo de mayo del 68 y todo eso, aún se ligaba citando a Camus, a Brecht, a Quevedo. Pero ahora, como no cites a Jaime Peñafiel...

10.- La lectura no está al alcance de todos. Digan lo que digan, el placer de leer está reservado a unos pocos. Son esos pocos los que gozan casi pecaminosamente cuando descifran un clásico, cuando sienten las pasiones que se imaginaron hace siglos para que les lleguen a ellos casi en exclusiva, cuando se quedan varios días en estado de shock después de leer buenas novelas, cuando se estremecen leyendo un poema, cuando lloran o ríen entre líneas, cuando recomiendan furtivos lecturas que no se venden en Carrefour, cuando no pueden salir de casa sin un libro en el bolsillo, cuando miden sus vidas por los libros que leyeron en cada época... Son una élite, peligrosa y exquisita, que procura captar miembros para su secta, pero que también sabe que muy pocos serán los elegidos. ¿Lo eres tú?

Si la respuesta rotunda es afirmativa, entonces no queda más remedio que invitarte a que hagas parte de esta Comunidad Literaria y Cultural, de este Club de Amigos de los Libros. Haz parte de Locus Literario.